domingo, 12 de octubre de 2008

Capítulo tres

Bueno, aquí está el capítulo tres. También me extraña que alguien lo lea, jaja xD.

-¿No podrías ir más lento, mono mal educado?- preguntó Dana, tratando de seguir el rápido paso de su niñera, digo, niñero.
-Mira, niña, esto es lo más lento que puedo caminar, no me culpes, yo antes iba todavía más rápido. Podía pasearme entre las ramas, y hasta volar.
-¿No estarás exagerando? Digo, eso de volar se me hace exagerado.
-No… no creo, tú viste que creó un torbellino con su bastón. No sabemos de lo que es capaz, seguramente no está exagerando como tú dices, Dana.
-El moja-pantalones tiene razón, no estoy exagerando del todo. Yo solía volar, pero no porque tuviera la habilidad de volar, si no que mi fiel Kintou me ayudaba en la tarea. Me pregunto si sigue aún rondando los cielos la condenada.
-¿Kintou? ¿Qué es eso?- preguntó Chin, a la par que sus ojos brillaban de una manera extraña, reflejando la curiosidad que sentía al saber sobre Kintou.
-Es mi compañera, mocoso, la mejor compañera. Me ayuda a desplazarme a mayor velocidad, surcar los cielos, ver el mundo desde arriba. Ya sabes.
-Ni idea de lo que nos estés hablando, ¿no será que después de tantos años tu cabeza ya no sabe distinguir de lo que es real y no? Digo… sigue sin inspirarme confianza tu historia.
-¡Dana, por favor! ¿No puedes dejar de ser un poco menos escéptica? El simple hecho de que Sun Wakong esté caminando junto a nosotros ya es difícil de creer.
-Bien dicho, meón. Por eso se han ganado un paseo en Kintou. Me gustaría dejarlos aquí varados, esperando un cruel destino siendo devorados por las bestias del lugar, pero, por desgracia, estoy unido a ustedes. Así que… ¡KINTOOOOOOOOOOOOOOUN!
-¡No tienes porque gritar tan alto, mono asqueroso, ni que fueras Tarzán!

Dana seguía reclamándole a su mono guardián, quien volvió a dar un segundo grito, mucho más fuerte y continuo que el anterior. Varias aves salieron volando de los árboles aledaños, llevaban gran velocidad debido a que el fuerte grito de Sun les asustó. Habían pasado tres minutos y nada había pasado, Dana se encontraba molesta porque se detuvieron en medio del bosque, y tenía miedo de que alguna de las bestias pudiera atacarles de improvisto. Cuando se dispuso a reclamarle al primate de lo ocurrido, un fuerte zumbido se escuchó a lo lejos, como si un fuerte silbato se encontrara sonando. Cinco segundos bastaron para que algo increíble apareciera enfrente de los ojos de los dos hermanos; una especie de algodón amarillo que flota en el aire. Se trataba de la nube Kintou, con la cual Sun Wakong cruzaba los cielos.

-¿Eso es el vehículo que utilizabas para viajar? ¡Parece que es un algodón de azúcar endeble!- gritó Dana, como si se encontrara reclamando.
-Calla, insolente. Es Kintou, mi fiel compañera.- al término de sus oraciones, dio un salto encima de la nube, estando sobre ella sin problemas- Vamos, intenten subirse, nos será de gran ayuda y podremos viajar más rápido así.
-¡Como diga!- respondió muy emocionado Chin, dando un salto sobre la nube, parándose sobre la misma sin problema alguno- ¡Vamos, sube Dana, es muy seguro!
-Pero parece que se va a deshacer fácilmente… ¡es una nube! ¡No tiene lógica!
-No le busques lógica, sólo salta. ¿O a caso quieres seguir caminando?
-En eso tienes razón.- contestó saltando hacia la nube.

Algo extraño y a la vez divertido ocurrió cuando Dana dio el salto; atravesó la nube, cayendo fuertemente contra el suelo azotando su trasero en el mismo. Esto molestó mucho a la muchacha, quien comenzó a reclamarle a Sun Wakong lo ocurrido. Lo único que pudo responder el hombre-mono fue que Dana no tiene sentimientos puros y corazón noble, en cambio su hermano sí. Eso se debe a que el mismo Sun Wakong impuso esa regla para cualquier otra persona que quisiera subir sobre Kintou, lo que haría que solo la persona indicada pueda montarle. No teniendo otra opción más que viajar sosteniéndose fuertemente de su hermano, los tres se sentaron en la nube, viajando a una enorme velocidad. En menos de treinta minutos cruzaron el bosque, lo que alegró demasiado a los hermanos, quienes seguían maravillados por el paisaje que divisaban en su pasar, en especial Chin. Bajando la mirada, éste último se encontró con un muchacho de no más de veinte años de edad, quien se encontraba corriendo, como si escapara de algo. Mirando hacia atrás de donde corría el joven, pudo divisar unas criaturas negruzcas, como las que le atacaron en el bosque. Las criaturas se encontraban persiguiendo al joven, quien cargaba algo en sus manos.

-Disculpe, Sun Wakong, ¿puede descender un poco la altura y la velocidad?
-No seas tan formal, niño, háblame de tú o algo así, me haces sentir más viejo de lo que soy.- contestando con esas palabras, Kintou comenzó a bajar la velocidad, descendiendo la altura del vuelo poco a poco.
-¿Ahora qué ocurre, inútil? ¿Qué viste?
-Mira a ese chico.- señaló al muchacho que escapaba lo más rápido que podía de sus persecutores negruzcos- Parece que las mismas bestias que nos atacaron le están persiguiendo, tenemos que ayudarlo, ¿no crees?
-¡Es su problema! ¡Que se las arregle él solo!
-Por eso mismo Kintou no te deja subir sobre ella. ¡Agárrense fuerte, chamacos, que bajaremos a toda velocidad! – a la par que gritó esas palabras, Kintou descendió rápidamente, curveando su trayectoria hacia el muchacho que era atacado.

Debido a la velocidad con la que Kintou descendió, Dana se soltó de su hermano, cayendo con gran velocidad hacia el suelo. A unos centímetros de chocar contra el suelo, Sun Wakong le sostuvo del brazo, salvándole la vida. El trío llegó enfrente del joven, provocando que las bestias enfocaran su mirada hacia el hombre-simio, quien ya se encontraba tomando una pose de pelea. El joven se asustó mucho al ver que tres sujetos aparecieron del cielo, con lo que Chin trató de calmarle, diciéndole que se trataba de amigos. Con agilidad y velocidad, Sun Wakong se abalanzó hacia las bestias, lanzándole acertados y rápidos golpes en lo que parecían ser sus quijadas. Las bestias no tenían ninguna posibilidad de enfrentar al hombre-simio, y, al ver que el cielo se estaba oscureciendo lentamente, regresaron hacia el bosque, como si tramaran atacarles durante la noche. Después de ser rescatado, el joven se presentó a sí mismo como Shyoran.

-Shyoran, ¿por qué te perseguían esas bestias? ¿A caso te perdiste también en el bosque?- preguntó Chin, bastante curioso.
-Pues, verán… yo me encuentro buscando los siete pergaminos del tigre, y, gracias a que un par de atolondrados cambiaron un mapa por comida, pude dar fácilmente con el lugar en el que se encontraba el pergamino.- mostró el pergamino que había encontrado, provocando rápidamente el enfado de Dana, quien no dudó en reclamarle a su hermano.
-¡Eres un idiota! ¡Por tu culpa este sujeto encontró el pergamino antes que nosotros! ¡Se ve que no puedes hacer nada bien! ¡Eres un bueno para nada!
-Oye, oye, no te esponjes. Supongo que es mejor que se nos una, mientras más busquemos los pergaminos, más fácil será encontrarlos todos, ¿no crees?
-¡Pero es un único deseo! ¿Cómo podrás repartir el deseo? ¡Tonto!
-Bueno, yo…
-¡Esperen, esperen, esperen! ¿Están hablando a caso de los sagrados Siete Pergaminos Secretos del Tigre que pueden cumplir cualquier deseo al ser reunidos todos?
-¡Sí, mono tarado! Supongo que tú debes de conocerlos, eres el más viejo de los de aquí.
-¿Él es realmente un mono?- preguntó Shyoran.
-Más bien soy un hombre-mono, o algo así. El rey de los monos es el mejor título que me queda. Por azares del destino, soy la niñera guardaespaldas de estos dos, pero… ¿qué hacen ustedes los mortales buscando los Pergaminos del Tigre? Pensé que sólo se le permitía a los seres inmortales o a las criaturas míticas buscarles.
-Verás… a mí un anciano me contó sobre los pergaminos, y me dijo que buscándoles encontraría lo que siempre he estado buscando en mi vida. Mi hermana me siguió, porque creo que le da miedo me pueda pasar algo, y también me supongo porque quiere que se le cumpla un deseo.
-Y yo,- interrumpió Shyoran a Chin- yo me encuentro buscando los pergaminos para… un deseo personal, algo que no se puede quitar con nada.
-¿Qué, qué es? ¿Tu estupidez?- preguntó agresivamente Dana, acercándose a Shyoran, quien se sonrojó bastante- ¿Qué, no quieres decirnos?
-Este… yo…
-Vamos, vamos, no lo presiones, debe de ser un complejo o algo así.
-Sigo preguntándome cómo es que a los humanos se les permitió reunir los Pergaminos, ¿qué demonios pasó en mi ausencia? Necesito actualizarme.
-Sun Wakong, como nuestra niñera, supongo que nos acompañarás a reunir los pergaminos, ¿no?
-No me dejas otra opción, Meón.
-¡Deja de llamarme así!
-Bueno, bueno, pero “Meón” suena mejor que Chin, eso que ni qué.
-Tiene razón en eso, “Meón”.
-¡Deténganse! Bueno… ¿qué dices, Shyoran, nos acompañas? De seguro en el transcurso del viaje se cumplirá el deseo que tanto anhelas, y no será necesario que se lo pidas a los pergaminos.
-Podría ser… pero, no sé…- volvió a sonrojarse.
-Ven, vamos.- dijo Dana abrazando a Shyoran por la espalda, colgando sus brazos por el cuello de éste último, lo que le sonrojó aún más- Al menos habrá alguien más “normal” entre nosotros.
-Yo… yo…
-Sea lo que sea que vayan a hacer, será mejor que se preparen, la noche ya se nos vino encima, y los cuatro no cabemos en Kintou, prepárense.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Que seremos atacados por las bestias que se escaparon.- con eso, varios rugidos se escucharon. 
Sun Wakong vio hacia los árboles que se encontraban a sus espaldas, mientras los tres muchachos comenzaron a sentir un fuerte miedo, la noche se comenzaba a presentar. El crepúsculo teñía los árboles de distintos matices, en tanto el hombre mono comenzaba a caminar rumbo hacia el norte y con una cara bastante seria.

-¿Qué sucede señor Sun? –preguntó Shyoran.
-Nada chamaco, es que pienso que fue hace mucho que los dioses me trajeron aquí y el ser estatua me hizo no enterarme de muchas cosas. A todo esto, no les dije, ¡Sus ropas son extrañas! –Les gritó el mono volviendo a su temperamento de siempre.
-¿¡Qué!? Por favor, tú eres el que no sabe de modas, quién te dijo que esa combinación de colores es bonita, y además… ¡YO SIEMPRE ESTOY A LA MODA! –Gritaba Dana a todo pulmón.
-¡Ay, como gritas chamaca! Consíguete un novio porque en mis tiempos ya serías una solterona, y te digo, por lo demás no eres muy bonita que digamos, y peor, caminas lento y, y, y, y, y no eres mona.
-¡Ya verás mico desquiciado!
-Cálmense por favor –Decía Chin sin saber qué hacer.
-Eres muy lenta chamaca, no puedes ni siquiera darme una buena lección –Decía Sun Wakong mientras se mofaba de la chica y le hacía un gesto meneando su trasero.
-¡Ahora sí date por muerto chango del demonio! –Gritó Dana mientras corría a toda velocidad hacia el hombre mono que emprendía una carrera y de cuando en cuando se balanceaba por los árboles.

Chin y Shyoran corrían como podían detrás de Dana quien perseguía a Sun Wakong que se mofaba a cada momento que ponía y cuando adelantaba mucho se quedaba a esperar a ver a Dana para seguir molestándole. Ninguno de los tres muchachos humanos parecía cansarse, cuando en un momento inesperado el mono se detuvo sonriéndoles.

-¿Ven que cuando hay motivación pueden hacer grandes cosas? –Dijo el maravilloso ser.
-¿Qué? –dijeron los tres al tiempo se detenían y bastante agitados.
-Acabamos de recorrer una gran distancia en muy poco tiempo chamacos, sólo tenía que encontrar la manera de hacer que todos se movieran y la encontré, la rabia de tu hermana sí que motiva a correr, bueno, a ustedes, yo me entretuve y lo podría haber hecho más rápido pero me comprometí a cuidarles. Esperen… -Habló Sun Wakong mientras volteaba hacia sus espaldas. -¿Vieron pasar algo o siquiera vieron algo?
-Nada, no sé de qué habla señor –respondió Shyoran viendo a los hermanos.
-La corrida te dejó alucinando, macaco –replicó Dana. Pero en ese instante un fuerte rugido estremeció el lugar, y de entre los árboles comenzaban a emerger varias de las bestias negruzcas y finalmente un ser de entre ellas, similar a un caballo con algunas facciones de dragón, el cual tenía un brillo peculiar en sus ojos, además de una apariencia más que intimidante. La crin que lucía más bien parecía una imponente melena rojo fuego, al igual que en sus piernas a la altura de las rodillas y antes de tocar el suelo con las pezuñas, su cola tenía un fulgor carmesí y al menearla salían chispas.
Los muchachos se encontraban atemorizados mientras la mirada de fuego de la bestia draco-equina les caía encima. Sun Wakong no dudó y se puso como barrera entre las bestias y los chicos, en un momento inesperado la bestia rugió haciendo temblar el suelo y comenzó a caminar.

-Revela quien eres, bestia –Dijo Sun Wakong sacando su mágico bastón.
-Mi nombre… Soy el demonio Caturra. He sido condenado a cuidar el bosque de cualquier intruso, y mis abominaciones me ayudarán a exterminarlos a todos ustedes –Dijo la bestia mientras daba un segundo rugido y las bestias negras saltaban hacia nuestros héroes.
-¡AAAAAAAAAAAAALTO! –Gritó Sun –Creo que lo mejor en estos momentos es batirnos a un duelo a muerte. Digo, es más interesante y bonito.
-¡Alto sombras!... ¿Por qué habría de hacerle caso a un mono cómo tú?
-Porque estoy más que seguro que esas bestias son obra tuya, así que, si logro vencerte lograré que el bosque vuelva a ser normal y no tendré que preocuparme porque se coman al meón, al pie hediondo y a la chamaca chillona. Por otro lado, si ganas seguirás con tu trabajo y podrás decir que le ganaste al rey mono.
-Vaya, al parecer no eres un ser maravilloso cualquiera, sino que eres bastante perspicaz –comentó el ser equino esbozando una sonrisa, para luego hacer desaparecer las bestias sombras –Que sea un duelo a muerte.
-Sun, no lo hagas, es muy peligroso –advirtió Chin.
-No te metas meón –contestó el mono empujándole al suelo y caminando hacia su oponente.

Ambos se miraron fijamente, pasaron apenas unos segundos cuando se encontraban arremetiendo el uno contra el otro, dificultosamente Sun Wakong lograba acertar en sus golpes, pero para ello también tenía que sacrificar en parte su defensa, punto que fue aprovechado por Caturra, y sin vacilar le acertaba fuertes patadas que hacían al mono retroceder un par de metros.
Llegó el momento que la pelea se veía realmente pareja, cuando el rey mono se abalanzó contra el dragón equino, sin embargo, éste de un gran salto se logró posicionar sobre su rival. Esto hizo pensar a Sun que lo mejor sería esperar a su caída para golpearlo fuerte con su bastón, sin embargo eso no ocurría, Caturra tenía el poder de surcar los cielos, habilidad que aprovechó bastante bien en la pelea lanzando llamaradas a nuestro héroe, quien sólo podía rechazar las llamas girando su bastón. Cuando en un momento, Sun se encontraba rechazando un llameante ataque para recibir una embestida de Caturra por otro frente, ya que aprovechó la concentración que tenía su rival en rechazar las llamas.
El hombre mono salía volando por los aires y Caturra sabía que era su oportunidad de acabar con él, lanzó una potentísima llamarada hacia su oponente quien no podía ni evadirla ni bloquearla, las flamas tenían un diámetro dos veces del alto del simio y los muchachos gritaban de angustia, tristeza, pánico y rabia al ver que las llamas alcanzaron a Sun, cuando se disipó el ataque no había rastro de nada.

-He acabado con su amigo y protector, es tiempo, mortales, que ustedes también mueran –Dijo el ser.
-No puede ser… Sun… no… no es posible –balbuceó Chin mientras lágrimas salían de sus ojos y caía de rodillas al suelo.
-¡MONO TONTO, NO TENÍAS QUE MORIR! –gritaba Dana mientras lloraba a cántaros.
-Maldición… -simplemente comentó en baja voz Shyoran mientras adoptaba una pose de alerta.

Caturra se lanzó a toda velocidad hacia los humanos, cuando en un momento uno de los extremos del bastón de Sun lo golpeó en todo el cráneo, haciéndole caer pesadamente al suelo. Los muchachos vieron al cielo y notaron que Sun Wakong estaba con bien, y estaba montado sobre su Kintou con una risa de oreja a oreja, para luego dar un salto y caer frente a Caturra y pisando su cabeza.

-Bien, palabra es palabra, he ganado el duelo y por lo tanto te mataré. –Dijo Sun con un tono de voz frío, distinto al habitual.
-Comprendo, por fin mi maldición se ha cumplido y pagaré por mis pecados de mi vida pasada –Comentó Caturra mientras esbozaba una leve sonrisa de conformidad.
-¡NO SUN! ¡NO LO HAGAS! –Gritó Chin tomando a Sun de su traje.
-Sale meón, es un asunto de honor, no te metas –Reclamó Sun con su habitual tono de voz.
-Él dijo que debía pagar por unos pecados, no sé a qué se referirá, pero en vez de matarle podría hacer algo más…
-¿A qué te refieres muchacho? –Preguntó Caturra mientras Sun sacaba su pie de su cabeza y éste se levantaba.
-Si usted muere, seguirá con el peso de sus pecados pasados y eso no lo librará de su condena, pero puede redimirse ayudando a las personas, a la naturaleza, sin necesidad de matar a los inocentes.
-Es un buen puto chamaco, pero es honor… ¡HONOR! –Le gritaba Sun Wakong en la cara.
-Creo que el niño tiene razón… haré lo que me dices, sí, pero primero te serviré a ti. Me has salvado la vida, me la has perdonado y debo retribuirte.
-Bah… ¿Sabes algo chamaco? Si eres tan bueno a veces no te saldrán las cosas como hoy, a veces se aprovecharán de ti y cuando lo hagan no será bonito.
-Quizás… pero es mi forma de ser, y no me arrepiento je, je, je, je.
-Por eso me empiezas a caer bien mocoso meón ja, ja, ja, ja, ja.

sábado, 4 de octubre de 2008

Capítulo Dos.

Es impresionante que alguien lea esto, bueno, no importa, luego tuve que editar el capítulo uno y luego tendré que editar el tres y así Jajajajajaja.
Este capítulo se titula, "Encuentro con un muchacho". El anterior se le podría denominar, "El despertar del rey".

-¿No podrías ir más lento, mono mal educado?- preguntó Dana, tratando de seguir el rápido paso de su niñera, digo, niñero.

-Mira, niña, esto es lo más lento que puedo caminar, no me culpes, yo antes iba todavía más rápido. Podía pasearme entre las ramas, y hasta volar.

-¿No estarás exagerando? Digo, eso de volar se me hace exagerado.

-No… no creo, tú viste que creó un torbellino con su bastón. No sabemos de lo que es capaz, seguramente no está exagerando como tú dices, Dana.

-El moja-pantalones tiene razón, no estoy exagerando del todo. Yo solía volar, pero no porque tuviera la habilidad de volar, si no que mi fiel Kintoun me ayudaba en la tarea. Me pregunto si sigue aún rondando los cielos la condenada.

-¿Kintoun? ¿Qué es eso?- preguntó Chin, a la par que sus ojos brillaban de una manera extraña, reflejando la curiosidad que sentía al saber sobre Kintoun.

-Es mi compañera, mocoso, la mejor compañera. Me ayuda a desplazarme a mayor velocidad, surcar los cielos, ver el mundo desde arriba. Ya sabes.

-Ni idea de lo que nos estés hablando, ¿no será que después de tantos años tu cabeza ya no sabe distinguir de lo que es real y no? Digo… sigue sin inspirarme confianza tu historia.

-¡Dana, por favor! ¿No puedes dejar de ser un poco menos escéptica? El simple hecho de que Sun Wakong esté caminando junto a nosotros ya es difícil de creer.

-Bien dicho, meón. Por eso se han ganado un paseo en Kintoun. Me gustaría dejarlos aquí varados, esperando un cruel destino siendo devorados por las bestias del lugar, pero, por desgracia, estoy unido a ustedes. Así que… ¡KINTOOOOOOOOOOOOOOUN!

-¡No tienes porque gritar tan alto, mono asqueroso, ni que fueras Tarzán!

Dana seguía reclamándole a su mono guardián, quien volvió a dar un segundo grito, mucho más fuerte y continuo que el anterior. Varias aves salieron volando de los árboles aledaños, llevaban gran velocidad debido a que el fuerte grito de Sun les asustó. Habían pasado tres minutos y nada había pasado, Dana se encontraba molesta porque se detuvieron en medio del bosque, y tenía miedo de que alguna de las bestias pudiera atacarles de improvisto. Cuando se dispuso a reclamarle al primate de lo ocurrido, un fuerte zumbido se escuchó a lo lejos, como si un fuerte silbato se encontrara sonando. Cinco segundos bastaron para que algo increíble apareciera enfrente de los ojos de los dos hermanos; una especie de algodón amarillo que flota en el aire. Se trataba de la nube Kintoun, con la cual Sun Wakong cruzaba los cielos.

-¿Eso es el vehículo que utilizabas para viajar? ¡Parece que es un algodón de azúcar endeble!- gritó Dana, como si se encontrara reclamando.

-Calla, insolente. Es Kintoun, mi fiel compañera.- al término de sus oraciones, dio un salto encima de la nube, estando sobre ella sin problemas- Vamos, intenten subirse, nos será de gran ayuda y podremos viajar más rápido así.

-¡Como diga!- respondió muy emocionado Chin, dando un salto sobre la nube, parándose sobre la misma sin problema alguno- ¡Vamos, sube Dana, es muy seguro!

-Pero parece que se va a deshacer fácilmente… ¡es una nube! ¡No tiene lógica!

-No le busques lógica, sólo salta. ¿O a caso quieres seguir caminando?

-En eso tienes razón.- contestó saltando hacia la nube.

Algo extraño y a la vez divertido ocurrió cuando Dana dio el salto; atravesó la nube, cayendo fuertemente contra el suelo azotando su trasero en el mismo. Esto molestó mucho a la muchacha, quien comenzó a reclamarle a Sun Wakong lo ocurrido. Lo único que pudo responder el hombre-mono fue que Dana no tiene sentimientos puros y corazón noble, en cambio su hermano sí. Eso se debe a que el mismo Sun Wakong impuso esa regla para cualquier otra persona que quisiera subir sobre Kintoun, lo que haría que solo la persona indicada pueda montarle. No teniendo otra opción más que viajar sosteniéndose fuertemente de su hermano, los tres se sentaron en la nube, viajando a una enorme velocidad. En menos de treinta minutos cruzaron el bosque, lo que alegró demasiado a los hermanos, quienes seguían maravillados por el paisaje que divisaban en su pasar, en especial Chin. Bajando la mirada, éste último se encontró con un muchacho de no más de veinte años de edad, quien se encontraba corriendo, como si escapara de algo. Mirando hacia atrás de donde corría el joven, pudo divisar unas criaturas negruzcas, como las que le atacaron en el bosque. Las criaturas se encontraban persiguiendo al joven, quien cargaba algo en sus manos.

-Disculpe, Sun Wakong, ¿puede descender un poco la altura y la velocidad?

-No seas tan formal, niño, háblame de tú o algo así, me haces sentir más viejo de lo que soy.- contestando con esas palabras, Kintoun comenzó a bajar la velocidad, descendiendo la altura del vuelo poco a poco.

-¿Ahora qué ocurre, inútil? ¿Qué viste?

-Mira a ese chico.- señaló al muchacho que escapaba lo más rápido que podía de sus persecutores negruzcos- Parece que las mismas bestias que nos atacaron le están persiguiendo, tenemos que ayudarlo, ¿no crees?

-¡Es su problema! ¡Que se las arregle él solo!

-Por eso mismo Kintoun no te deja subir sobre ella. ¡Agárrense fuerte, chamacos, que bajaremos a toda velocidad! – a la par que gritó esas palabras, Kintoun descendió rápidamente, curveando su trayectoria hacia el muchacho que era atacado.

Debido a la velocidad con la que Kintoun descendió, Dana se soltó de su hermano, cayendo con gran velocidad hacia el suelo. A unos centímetros de chocar contra el suelo, Sun Wakong le sostuvo del brazo, salvándole la vida. El trío llegó enfrente del joven, provocando que las bestias enfocaran su mirada hacia el hombre-simio, quien ya se encontraba tomando una pose de pelea. El joven se asustó mucho al ver que tres sujetos aparecieron del cielo, con lo que Chin trató de calmarle, diciéndole que se trataba de amigos. Con agilidad y velocidad, Sun Wakong se abalanzó hacia las bestias, lanzándole acertados y rápidos golpes en lo que parecían ser sus quijadas. Las bestias no tenían ninguna posibilidad de enfrentar al hombre-simio, y, al ver que el cielo se estaba oscureciendo lentamente, regresaron hacia el bosque, como si tramaran atacarles durante la noche. Después de ser rescatado, el joven se presentó a sí mismo como Shyoran.

-Shyoran, ¿por qué te perseguían esas bestias? ¿A caso te perdiste también en el bosque?- preguntó Chin, bastante curioso.

-Pues, verán… yo me encuentro buscando los siete pergaminos del tigre, y, gracias a que un par de atolondrados cambiaron un mapa por comida, pude dar fácilmente con el lugar en el que se encontraba el pergamino.- mostró el pergamino que había encontrado, provocando rápidamente el enfado de Dana, quien no dudó en reclamarle a su hermano.

-¡Eres un idiota! ¡Por tu culpa este sujeto encontró el pergamino antes que nosotros! ¡Se ve que no puedes hacer nada bien! ¡Eres un bueno para nada!

-Oye, oye, no te esponjes. Supongo que es mejor que se nos una, mientras más busquemos los pergaminos, más fácil será encontrarlos todos, ¿no crees?

-¡Pero es un único deseo! ¿Cómo podrás repartir el deseo? ¡Tonto!

-Bueno, yo…

-¡Esperen, esperen, esperen! ¿Están hablando a caso de los sagrados Siete Pergaminos Secretos del Tigre que pueden cumplir cualquier deseo al ser reunidos todos?

-¡Sí, mono tarado! Supongo que tú debes de conocerlos, eres el más viejo de los de aquí.

-¿Él es realmente un mono?- preguntó Shyoran.

-Más bien soy un hombre-mono, o algo así. El rey de los monos es el mejor título que me queda. Por azares del destino, soy la niñera guardaespaldas de estos dos, pero… ¿qué hacen ustedes los mortales buscando los Pergaminos del Tigre? Pensé que sólo se le permitía a los seres inmortales o a las criaturas míticas buscarles.

-Verás… a mí un anciano me contó sobre los pergaminos, y me dijo que buscándoles encontraría lo que siempre he estado buscando en mi vida. Mi hermana me siguió, porque creo que le da miedo me pueda pasar algo, y también me supongo porque quiere que se le cumpla un deseo.

-Y yo,- interrumpió Shyoran a Chin- yo me encuentro buscando los pergaminos para… un deseo personal, algo que no se puede quitar con nada.

-¿Qué, qué es? ¿Tu estupidez?- preguntó agresivamente Dana, acercándose a Shyoran, quien se sonrojó bastante- ¿Qué, no quieres decirnos?

-Este… yo…

-Vamos, vamos, no lo presiones, debe de ser un complejo o algo así.

-Sigo preguntándome cómo es que a los humanos se les permitió reunir los Pergaminos, ¿qué demonios pasó en mi ausencia? Necesito actualizarme.

-Sun Wakong, como nuestra niñera, supongo que nos acompañarás a reunir los pergaminos, ¿no?

-No me dejas otra opción, Meón.

-¡Deja de llamarme así!

-Bueno, bueno, pero “Meón” suena mejor que Chin, eso que ni qué.

-Tiene razón en eso, “Meón”.

-¡Deténganse! Bueno… ¿qué dices, Shyoran, nos acompañas? De seguro en el transcurso del viaje se cumplirá el deseo que tanto anhelas, y no será necesario que se lo pidas a los pergaminos.

-Podría ser… pero, no sé…- volvió a sonrojarse.

-Ven, vamos.- dijo Dana abrazando a Shyoran por la espalda, colgando sus brazos por el cuello de éste último, lo que le sonrojó aún más- Al menos habrá alguien más “normal” entre nosotros.

-Yo… yo…

-Sea lo que sea que vayan a hacer, será mejor que se preparen, la noche ya se nos vino encima, y los cuatro no cabemos en Kintoun, prepárense.

-¿Qué quieres decir con eso?

-Que seremos atacados por las bestias que se escaparon.- con eso, varios rugidos se escucharon.

Sun Wakong vio hacia los árboles que se encontraban a sus espaldas, mientras los tres muchachos comenzaron a sentir un fuerte miedo, la noche se comenzaba a presentar.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Capítulo uno

Éste blog fue creado por Akira Zaoldyeck y Gary Kusanagi para la publicación de Tiger Clashers, un fic basado en el texto Viaje al oeste, y también en Dragon Ball. Es un proyecto todavía, pero ya vamos de gane.
En fin, aquí va el primer capítulo.

¿Te has preguntado cómo comenzó todo? ¿Cómo el tiempo fue, es y será tiempo? ¿Qué hay de cierto en la vida y su origen? Ninguna de estas respuesta yo te puedo dar, mas hay alguien que logró desafiar las leyes de la muerte, logró enfrentar a los dioses y salir victorioso.
No obstante, el creador de todo, Dios de dioses, logró detener a este personaje. Su bondadoso corazón no le permitió quitarle el don de la vida, pero se decidió por quitarle la inmortalidad de la que gozaba nuestro personaje, a cambio de una promesa, la de recuperarla a cambio de completar un viaje en un futuro lejano.
Nuestro personaje, de esta forma, fue encerrado dentro de una estatua, para así conservar su vitalidad y juventud, sin moverse, sin poder vivir como se debe, una estatua hasta que su destino así lo indique.

-Odiaría que la leyenda de los pergaminos del tigre fuesen una mentira y haya viajado durante 3 meses en vano –decía un joven que no superaba los 15 años de edad, su piel era bronceada, de ojos oscuros y cabello castaño rojizo, facciones que eran propias de los pueblos sudamericanos, su altura no superaba el metro y sesenta y cinco.
-No sé cómo me dejé convencer para que me llevaras en tu viaje, una bella señorita como yo viajando con su estúpido hermano gemelo. Hermano el cual fue engañado para encontrar unos trozos de papel que le otorgaran poderes mágicos o alguna tontería así –Reclamó una chica de la misma edad, de facciones delicadas, piel bronceada, de cabello más claro que su hermano, y más baja que él.
-¡Cállate! Además, es un deseo, sea cual sea, sin reglas.
-Tú y tus historias, lo mismo dijiste cuando te vendieron una “lámpara mágica”.
-Eso no fue mi culpa, ¿Cómo iba a saber yo que era falsa y que no había genio hay dentro?
-¿Crees que si hubiese habido un genio el tipo te la hubiese vendido? Un poco de razonamiento hermanito.
-Bien, pero te digo, esto es real.

Ellos son Dana y Chin, son hermanos gemelos, que provienen de una familia bastante acaudalada. Pero ellos no se encontraban felices con su vida, no señor, ella por su parte estaba adelantada dos años en la escuela y ya estaba algo cansada del ritmo que le exigían, por otra parte, su hermano había repetido un año y le fascinaban las historias que involucraban magia, fantasía y sobre todo aventuras, él esperaba un día llegar a tener su propia aventura, cosa que ahora estaba logrando.
¿Cómo fue que acabaron aquí? Era un día de verano antes de que empezara el segundo semestre en la escuela donde ellos estudiaban. Chin, por ser un chico bastante curioso a veces llegaba a caer en la ingenuidad e incluso a la misma estupidez, por esa razón a veces era víctima de engaños, bromas y otras cosas por parte de sus compañeros, pero ese día él conoció a un hombre ya bastante anciano que vestía como un monje tibetano.
Aquel hombre se le acercó, y le sonrió de manera muy amable, y le dijo “Eres la persona indicada para terminar mi viaje, tienes un alma bastante pura, y tus deseos de aventura van más allá de lo que tú te pudieras imaginar” Dicho esto, le entregó un trozo de papel, bastante viejo, casi que se hacía añicos y le dijo “Este es uno de los 5 pergaminos secretos del tigre, sólo he logrado encontrar uno en toda mi vida, pero sé que si sigues a tu corazón mejor que yo encontrarás los demás” terminadas sus palabras el anciano siguió su camino dejando al muchacho con la mayor de las emociones, su búsqueda mística había comenzado.
Esa tarde llegó a casa como era costumbre, sus padres no estaban, la servidumbre bastante ocupada en los quehaceres y siempre solo en ese mar de gente, hasta que llegó su hermana quien volvía de sus clases de violín veraniegas. Chin le contó a Dana sobre los pergaminos, en un principio ella se rehusaba a escuchar a su hermano, hasta que éste la llevó al computador y buscaron acerca de la leyenda de los pergaminos secretos del tigre. Teniendo como único referente, casi irreal, de quien era ahora el gobernante del continente, Dana decidió por fin acompañar a su hermano, quizás porque estaba aburrida de su rutina diaria, quizás porque también le surgió el interés por la leyenda, o sencillamente para no dejar solo a su hermano, sólo ella lo sabe.
Durante un mes han viajado haciendo muchas peripecias, cruzando lugares inhóspitos, durmiendo a la intemperie, cosas que en su vida jamás habían hecho o pensado hacer.

-¿Sabes? Estoy cansada de hacer esto, un mes y nada, y tengo piquetes sobre los piquetes… ¡Chin! ¿Me estás escuchando?
-Sí, pero deja de chillar tanto, estoy seguro que el segundo trozo está cerca.
-Eso dijiste hace una semana y todavía nada.
-Es que ahora estamos a una semana más cerca que antes je, je, je.
-¡No me vengas con esas patrañas!
-Bien, bien. Dios, qué carácter.
-El mapa… préstame el mapa, quiero saber dónde estamos.
-El mapa, sí, aquí está… no espera, estaba por aquí… o quizás por acá…
-Chin, que no sea lo que pienso que está pasando.
-No, el mapa está aquí tranquila, sé que no lo cambié por… oh Dios…
-CHIIIIIIIN.
-Dana, este… yo te puedo explicar… digo… teníamos mucha hambre y no nos quedaba dinero, además que sabes que no había cajero… digo… ¡También es tu culpa!
-¿¡Mi culpa!? No puedo creer lo sínico que eres.
-Si tú tampoco hubieses tenido hambre no hubiese tenido que cambiar el mapa por esas manzanas, además te comiste más de la mitad de ellas.
-¿Qué no podrías haber intercambiado el mapa por un cerebro?
-¿Qué?
-Eso, si tuvieras aunque sea un poco de sesos no nos hubiésemos metido en esta situación.
-Oye, eso me ofende.
-Pues que bueno, porque eres un idiota, no sólo estamos metidos en un viaje sin sentido, sino que además nos perdimos y fue porque eres un idiota.
-Oye… oye… ¿Dana a dónde vas?
-Me vuelvo a casa.
-Pero no sabes el camino, te vas a perder…
-Bien dicho genio. Sabía que esto era una tontería –Dijo Dana mientras se devolvía por el misterioso bosque en el que estaban inmersos, un bosque poco denso, pero con los suficientes árboles como para ser llamado bosque.

Chin comenzó a seguir a su hermana que cada vez se alejaba más, siendo más complicado el seguirla, debido a que de un momento a otro la vegetación comenzaba a cambiar, hasta que llegó el momento que Chin perdió de vista a su hermana Dana. Chin se sintió perdido y solo, ya no veía a su hermana, y el bosque había cambiado de forma.
El muchacho desconsolado comenzó a correr a toda prisa hacia donde estaba el sol, que era la dirección que había tomado su hermana, arrancando ramas y maleza de su camino, hasta que tropezó con unas raíces que estaban más prominentes en el suelo y se fue de cara en contra de este, su frustración fue latente, y su culpabilidad por haber perdido a su hermana y por todo era grande, tanto que comenzó a llorar desoladamente.
En ese momento sintió una especie de lamento también, y alzó la mirada, en frente de él se encontraba una especie de pirámide escalonada bastante alta, y lo único que pasó por su mente en ese momento fue que era lo suficientemente alta, y que allí o estaba su hermana o podría serle más fácil encontrarla desde las alturas. Rápidamente corrió hacia el lugar y subió la mayor cantidad de escalones que pudo, sin darse cuenta unas extrañas sombras lo perseguían, y antes de llegar siquiera a la mitad se encontraba exhausto.

-Maldición, nunca pensé que esta pirámide fuese tan grande… -Dijo jadeando- Pero desde esta altura es seguro que encuentro a mi hermana –Recitó esperanzado mientras se volteaba a ver. Pero para su desgracia aquellas formas habían tomado forma antropóidea de más de dos metros de alto y dispuestas a matar al muchacho.

Una de las 6 sombras lanzó un fuerte puñetazo que Chin apenas logró esquivar y que destruyó el escalón en el que impactó. El miedo paralizó al muchacho que comenzaba a orinarse en sus pantalones, mientras otra de las sombras se abalanzaba, su miedo era tanto que apenas y reaccionó para eludir y salir corriendo del lugar. Como los escalones inferiores estaban bloqueados por aquellos seres, lo único que atinó fue a seguir subiendo.
El miedo de ser atrapado le daba el impulso para seguir subiendo cada vez más rápido, hasta que finalmente llegó a la cima de la pirámide, donde se encontraba una especie de templo, Chin por instintos corrió a refugiarse en aquel sitio, y en el centro de aquel lugar la estatua de lo que parecía un mono con forma de humano, vestido con vestimentas de un estilo armadura de los pueblos del lejano oriente, casi como un samurái pero sin tanta armadura. A los pies de ella lo que parecía un bastón de piedra pegado a un altar, y junto a éste, un montón de vasijas rotas que al parecer alguna vez contuvieron ofrendas como frutas, agua o de otros tipos.

-Que no me encuentren, que no me encuentren, que no me encuentren, que no me encuentren –dijo rápidamente el muchacho mientras lágrimas salían de sus ojos y se escondía debajo de la estatua de más de 3 metros. Comenzó a tomarse la cabeza mientras decía las mismas palabras cada vez más rápido, cuando escuchó un rugido a su lado. Se trató de una de las sombras que lo había encontrado y lo había golpeado con un fuerte puñetazo que lo mandó en contra de la pared, prontamente las otras sombras se reunieron en el lugar y alrededor del muchacho para darle muerte. El muchacho ya veía todo acabado cuando cerró los ojos y escuchó un fuerte impacto y al abrir los ojos su sorpresa no fue menor.

El mismo mono antropomórfico de la estatua estaba atacando a las sombras con el mismo bastón que ahora se veía como un palo café brillante con adornos rojos, además que aquel ser imponente como estatua no superaba más del metro ochenta, aún así, con una habilidad increíble comenzó a apalear a las sombras que caían a varios metros de distancia, pero rápidamente todas las sombras se unieron y formaron una especie de monstruo de brea que simplemente no tenía forma. Aquel hombre mono se le arrojó con una feroz patada voladora, pero al golpear al viscoso ser se hundió en él, y apenas pudo y logró sacar la pierna, de un momento a otro la masa oscura embistió al ser antropomórfico el cual salió volando por la entrada a aquel santuario impactando fuertemente con varios escalones. El hombre mono se incorporó rápidamente para saltar sobre aquella masa negra y comenzar a asestarle golpes con su bastón se forma bastante rápida y simultánea, de pronto le dio un golpe ascendente con su arma que lo alzó por el aire un par de metros, y aprovechando retrocedió unos metros para ganar más distancia, pronto vio a Chin que observaba la pelea con asombro y estupefacción.
El hombre mono se percató de aquello y corrió hacia el muchacho, lo tomó debajo del brazo y salió corriendo del lugar a saltos agigantados, Chin apenas y podía procesar lo que sucedía, mas no podía todo era tan irreal que pensaba que era un sueño.

-Muchacho, hueles mal, pero fuiste quien yo esperaba –dijo el hombre mono sin ver a Chin.
-Pe… ¿Perdón?
-Sí, hueles feo, enserio, como sea. Debemos escapar de esa cosa hasta que me sienta mejor, ya sabes eso de ser estatua por más de 4000 años es una barbaridad te digo, hace tiempo que no hablaba ¿Tienes idea siquiera lo que es no poder decir que quieres ir al baño? Bueno, creo que sí, te orinaste en tus pantalones ¿Qué edad tienes, 5? O sea, sólo un niño de 5 años o menos se puede orinar de esa forma en sus pantalones.
-Mi… ¡Mi hermana!
-¿Qué? Oye, oye no me confundas, ya de por si saber que a quien debo acompañar es a un muchacho que se orina solo es bastante raro. Ya explícate, que no tengo toda la vida ni el tiempo, bueno, tuve 4000 años siendo estatua, quiero recuperar el tiempo perdido.
-¡No, mono idiota! ¡Mi hermana está perdida! –Al terminar sus palabras, el hombre mono se detuvo abruptamente en su andar y dejo a Chin caer al suelo bruscamente.
-Escucha mocoso mal criado, primero Pantalones-mojados me debes más respeto porque salvé tu trasero de esas criaturas raras, segundo ¿Cómo que tu hermana está perdida? y tercero… aún no nos hemos presentado.
-¿Eh? Sí, me llamo Chin, y por favor, ayude a mi hermana. Ella se perdió en este bosque.
-Eso sí es complicado.
-¿Por qué?
-Este cochino lugar no ha cambiado en más de 4000 años, con excepción de la pirámide, y el monstruo negro que nos perseguía, sin olvidar esos árboles que han crecido mucho y el musgo que crece a su costado y me da asco la verdad. Pero sigue siendo el mismo cochino lugar. Acéptalo tu hermana ya murió, este bosque está encantado y nadie que se pierde aquí vuelve a su hogar, o por lo menos vivo.
-Ayúdeme por favor.
-¿Por qué? ya soy libre, no me interesa, es más, aquí te ves. Adiós –Dijo finalmente aquel ser mientras daba media vuelta y se largaba.
-Eh… -De pronto Chin comenzó a cambiar su expresión por una de rabia y pena – ¡Bien, si no me ayudas entonces lo haré solo!
-Hágalo solo, no me afecta.

El muchacho se levantó del suelo y salió corriendo en dirección opuesta al mono mientras gritaba el nombre de su hermana. Pasaban las horas pero nada lograba hallar y comenzó a frustrarse nuevamente, ahora se encontraba solo, y ni siquiera veía a aquel extraño ser que lo salvó.
Chin se sumía en una depresión inminente, pero luego escuchó un grito de chica, la voz de su hermana y fue corriendo en la dirección del sonido. Al llegar allá pudo observar como su hermana era atacada por un ser que estaba hecho de hojas secas y fango, él sin pensarlo aparentemente se lanzó en contra del ser que atacaba a su hermana, siendo inútil porque cuando dio el primer golpe su brazo se incrustó en el cuerpo del monstruo, su hermana nuevamente comenzó a gritar pero para advertirle que el brazo del repulsivo ser se convertía en una especie de bola gigante y estaba dispuesto a reventarle lo que golpeara con aquella masa viscosa.
Pero algo ocurrió en ese momento, el simio que lo salvó apareció nuevamente para salvarlo una vez más, pero esta vez él traía una especie de tiara en su frente, mas eso no le afectó en su manera de pelear, ya que le lanzó varios golpes con su báculo lo que provocó que soltase al muchacho. Luego con una serie que patadas rasantes sacaba pedazos de su oponente de fango, acto seguido dio un enorme salto hacia atrás e hizo girar su bastón provocando un ligero tornado que golpeó de lleno a su oponente, que comenzó a secarse, para que después el hombre-mono lo rematara con un golpe de su bastón destruyendo por completo al ser viscoso.

-A…a…a… ¡Por favor no me coma! –imploró Dana al sujeto que los había salvado.
-Tranquila hermana, él es un amigo. ¿Verdad? –Dijo Chin.
-Sí, sí, como digas. Y yo que pensaba que tú eras chillón, parece que es de familia. Odio cuando me pasa que me encuentran, es latoso, además que tengo que acompañarlos, bah ¡Qué basura!
-A todo esto… todavía no sé tu nombre.
-Sun Wakong. Ese es mi nombre no lo gastes chamaco, mira te digo, es un nombre bastante complicado hasta para mí, pero no se les ocurrió otro mejor, cuando sea inmortal otra vez me cambiaré el nombre por uno con más poder, a todo esto ¿Ves la tiara? ¿La ves? Sí, esta tiara que tengo en la cabeza, pues fue un engaño de una diosa para que cumpliese mi deber al ser liberado de la prisión de la estatua, me dijo “No, que te vas a ver más mono” “Que te queda bien” “Que con esto sí te podrán decir ‘Rey mono’” Patrañas.
-No… no entiendo.
-Que ahora tengo que ser la niñera de ustedes dos, y como su niñera les ordeno que me sigan y que no se orinen en los pantalones.
-Chin ¿Te orinaste en tus pantalones?
-¡No!
-No le mientas a tu hermana, como tu niñera te doy la orden que le cuentes todo lo que pasó, y mientras le cuentas, como su niñera les ordeno a los dos que me sigan que vamos a salir de este apestoso bosque.
-¿No sería mejor decir “niñero”?
-Mira mocosa, cuando te pida tu opinión de sabelotodo te la pediré y en ese momento tampoco hables. Como me hartan los chamacos, creen que lo saben todo, pero no saben nada. Síganme.
-Sí señor –Respondieron los dos a la vez mientras Sun Wakong comenzaba a caminar rápidamente.