Este capítulo se titula, "Encuentro con un muchacho". El anterior se le podría denominar, "El despertar del rey".
-¿No podrías ir más lento, mono mal educado?- preguntó Dana, tratando de seguir el rápido paso de su niñera, digo, niñero.
-Mira, niña, esto es lo más lento que puedo caminar, no me culpes, yo antes iba todavía más rápido. Podía pasearme entre las ramas, y hasta volar.
-¿No estarás exagerando? Digo, eso de volar se me hace exagerado.
-No… no creo, tú viste que creó un torbellino con su bastón. No sabemos de lo que es capaz, seguramente no está exagerando como tú dices, Dana.
-El moja-pantalones tiene razón, no estoy exagerando del todo. Yo solía volar, pero no porque tuviera la habilidad de volar, si no que mi fiel Kintoun me ayudaba en la tarea. Me pregunto si sigue aún rondando los cielos la condenada.
-¿Kintoun? ¿Qué es eso?- preguntó Chin, a la par que sus ojos brillaban de una manera extraña, reflejando la curiosidad que sentía al saber sobre Kintoun.
-Es mi compañera, mocoso, la mejor compañera. Me ayuda a desplazarme a mayor velocidad, surcar los cielos, ver el mundo desde arriba. Ya sabes.
-Ni idea de lo que nos estés hablando, ¿no será que después de tantos años tu cabeza ya no sabe distinguir de lo que es real y no? Digo… sigue sin inspirarme confianza tu historia.
-¡Dana, por favor! ¿No puedes dejar de ser un poco menos escéptica? El simple hecho de que Sun Wakong esté caminando junto a nosotros ya es difícil de creer.
-Bien dicho, meón. Por eso se han ganado un paseo en Kintoun. Me gustaría dejarlos aquí varados, esperando un cruel destino siendo devorados por las bestias del lugar, pero, por desgracia, estoy unido a ustedes. Así que… ¡KINTOOOOOOOOOOOOOOUN!
-¡No tienes porque gritar tan alto, mono asqueroso, ni que fueras Tarzán!
Dana seguía reclamándole a su mono guardián, quien volvió a dar un segundo grito, mucho más fuerte y continuo que el anterior. Varias aves salieron volando de los árboles aledaños, llevaban gran velocidad debido a que el fuerte grito de Sun les asustó. Habían pasado tres minutos y nada había pasado, Dana se encontraba molesta porque se detuvieron en medio del bosque, y tenía miedo de que alguna de las bestias pudiera atacarles de improvisto. Cuando se dispuso a reclamarle al primate de lo ocurrido, un fuerte zumbido se escuchó a lo lejos, como si un fuerte silbato se encontrara sonando. Cinco segundos bastaron para que algo increíble apareciera enfrente de los ojos de los dos hermanos; una especie de algodón amarillo que flota en el aire. Se trataba de la nube Kintoun, con la cual Sun Wakong cruzaba los cielos.
-¿Eso es el vehículo que utilizabas para viajar? ¡Parece que es un algodón de azúcar endeble!- gritó Dana, como si se encontrara reclamando.
-Calla, insolente. Es Kintoun, mi fiel compañera.- al término de sus oraciones, dio un salto encima de la nube, estando sobre ella sin problemas- Vamos, intenten subirse, nos será de gran ayuda y podremos viajar más rápido así.
-¡Como diga!- respondió muy emocionado Chin, dando un salto sobre la nube, parándose sobre la misma sin problema alguno- ¡Vamos, sube Dana, es muy seguro!
-Pero parece que se va a deshacer fácilmente… ¡es una nube! ¡No tiene lógica!
-No le busques lógica, sólo salta. ¿O a caso quieres seguir caminando?
-En eso tienes razón.- contestó saltando hacia la nube.
Algo extraño y a la vez divertido ocurrió cuando Dana dio el salto; atravesó la nube, cayendo fuertemente contra el suelo azotando su trasero en el mismo. Esto molestó mucho a la muchacha, quien comenzó a reclamarle a Sun Wakong lo ocurrido. Lo único que pudo responder el hombre-mono fue que Dana no tiene sentimientos puros y corazón noble, en cambio su hermano sí. Eso se debe a que el mismo Sun Wakong impuso esa regla para cualquier otra persona que quisiera subir sobre Kintoun, lo que haría que solo la persona indicada pueda montarle. No teniendo otra opción más que viajar sosteniéndose fuertemente de su hermano, los tres se sentaron en la nube, viajando a una enorme velocidad. En menos de treinta minutos cruzaron el bosque, lo que alegró demasiado a los hermanos, quienes seguían maravillados por el paisaje que divisaban en su pasar, en especial Chin. Bajando la mirada, éste último se encontró con un muchacho de no más de veinte años de edad, quien se encontraba corriendo, como si escapara de algo. Mirando hacia atrás de donde corría el joven, pudo divisar unas criaturas negruzcas, como las que le atacaron en el bosque. Las criaturas se encontraban persiguiendo al joven, quien cargaba algo en sus manos.
-Disculpe, Sun Wakong, ¿puede descender un poco la altura y la velocidad?
-No seas tan formal, niño, háblame de tú o algo así, me haces sentir más viejo de lo que soy.- contestando con esas palabras, Kintoun comenzó a bajar la velocidad, descendiendo la altura del vuelo poco a poco.
-¿Ahora qué ocurre, inútil? ¿Qué viste?
-Mira a ese chico.- señaló al muchacho que escapaba lo más rápido que podía de sus persecutores negruzcos- Parece que las mismas bestias que nos atacaron le están persiguiendo, tenemos que ayudarlo, ¿no crees?
-¡Es su problema! ¡Que se las arregle él solo!
-Por eso mismo Kintoun no te deja subir sobre ella. ¡Agárrense fuerte, chamacos, que bajaremos a toda velocidad! – a la par que gritó esas palabras, Kintoun descendió rápidamente, curveando su trayectoria hacia el muchacho que era atacado.
Debido a la velocidad con la que Kintoun descendió, Dana se soltó de su hermano, cayendo con gran velocidad hacia el suelo. A unos centímetros de chocar contra el suelo, Sun Wakong le sostuvo del brazo, salvándole la vida. El trío llegó enfrente del joven, provocando que las bestias enfocaran su mirada hacia el hombre-simio, quien ya se encontraba tomando una pose de pelea. El joven se asustó mucho al ver que tres sujetos aparecieron del cielo, con lo que Chin trató de calmarle, diciéndole que se trataba de amigos. Con agilidad y velocidad, Sun Wakong se abalanzó hacia las bestias, lanzándole acertados y rápidos golpes en lo que parecían ser sus quijadas. Las bestias no tenían ninguna posibilidad de enfrentar al hombre-simio, y, al ver que el cielo se estaba oscureciendo lentamente, regresaron hacia el bosque, como si tramaran atacarles durante la noche. Después de ser rescatado, el joven se presentó a sí mismo como Shyoran.
-Shyoran, ¿por qué te perseguían esas bestias? ¿A caso te perdiste también en el bosque?- preguntó Chin, bastante curioso.
-Pues, verán… yo me encuentro buscando los siete pergaminos del tigre, y, gracias a que un par de atolondrados cambiaron un mapa por comida, pude dar fácilmente con el lugar en el que se encontraba el pergamino.- mostró el pergamino que había encontrado, provocando rápidamente el enfado de Dana, quien no dudó en reclamarle a su hermano.
-¡Eres un idiota! ¡Por tu culpa este sujeto encontró el pergamino antes que nosotros! ¡Se ve que no puedes hacer nada bien! ¡Eres un bueno para nada!
-Oye, oye, no te esponjes. Supongo que es mejor que se nos una, mientras más busquemos los pergaminos, más fácil será encontrarlos todos, ¿no crees?
-¡Pero es un único deseo! ¿Cómo podrás repartir el deseo? ¡Tonto!
-Bueno, yo…
-¡Esperen, esperen, esperen! ¿Están hablando a caso de los sagrados Siete Pergaminos Secretos del Tigre que pueden cumplir cualquier deseo al ser reunidos todos?
-¡Sí, mono tarado! Supongo que tú debes de conocerlos, eres el más viejo de los de aquí.
-¿Él es realmente un mono?- preguntó Shyoran.
-Más bien soy un hombre-mono, o algo así. El rey de los monos es el mejor título que me queda. Por azares del destino, soy la niñera guardaespaldas de estos dos, pero… ¿qué hacen ustedes los mortales buscando los Pergaminos del Tigre? Pensé que sólo se le permitía a los seres inmortales o a las criaturas míticas buscarles.
-Verás… a mí un anciano me contó sobre los pergaminos, y me dijo que buscándoles encontraría lo que siempre he estado buscando en mi vida. Mi hermana me siguió, porque creo que le da miedo me pueda pasar algo, y también me supongo porque quiere que se le cumpla un deseo.
-Y yo,- interrumpió Shyoran a Chin- yo me encuentro buscando los pergaminos para… un deseo personal, algo que no se puede quitar con nada.
-¿Qué, qué es? ¿Tu estupidez?- preguntó agresivamente Dana, acercándose a Shyoran, quien se sonrojó bastante- ¿Qué, no quieres decirnos?
-Este… yo…
-Vamos, vamos, no lo presiones, debe de ser un complejo o algo así.
-Sigo preguntándome cómo es que a los humanos se les permitió reunir los Pergaminos, ¿qué demonios pasó en mi ausencia? Necesito actualizarme.
-Sun Wakong, como nuestra niñera, supongo que nos acompañarás a reunir los pergaminos, ¿no?
-No me dejas otra opción, Meón.
-¡Deja de llamarme así!
-Bueno, bueno, pero “Meón” suena mejor que Chin, eso que ni qué.
-Tiene razón en eso, “Meón”.
-¡Deténganse! Bueno… ¿qué dices, Shyoran, nos acompañas? De seguro en el transcurso del viaje se cumplirá el deseo que tanto anhelas, y no será necesario que se lo pidas a los pergaminos.
-Podría ser… pero, no sé…- volvió a sonrojarse.
-Ven, vamos.- dijo Dana abrazando a Shyoran por la espalda, colgando sus brazos por el cuello de éste último, lo que le sonrojó aún más- Al menos habrá alguien más “normal” entre nosotros.
-Yo… yo…
-Sea lo que sea que vayan a hacer, será mejor que se preparen, la noche ya se nos vino encima, y los cuatro no cabemos en Kintoun, prepárense.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Que seremos atacados por las bestias que se escaparon.- con eso, varios rugidos se escucharon.
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